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martes, marzo 19, 2024

Ni el Gobierno ni las iglesias quieren referendo sobre las causales

Una respuesta demagógica a la legítima demanda de vida, salud y dignidad para las mujeres, niñas y adolescentes

Por Rosario Espinal

El referendo, dormido en la Constitución Dominicana desde el 2010, se ha puesto de moda repentinamente porque el Poder Ejecutivo sometió al Congreso un proyecto de ley al respecto; y, además, porque algunas figuras públicas, entre ellas, el presidente Luis Abinader, han expresado que las tres causales del aborto vayan a un referendo para que el público decida sobre su aprobación o no en la legislación dominicana.

Ya varios juristas han explicado por qué las causales no deben llevarse a un referendo, en resumen: 1) porque los derechos humanos, como es el derecho a la vida de las mujeres, no se someten a consulta popular, se garantizan; y 2) porque la Constitución Dominicana garantiza el derecho a la vida, la dignidad y la salud de las mujeres.

No me concentro aquí en esos planteamientos, que comparto, sino en aspectos estrictamente políticos de por qué considero que ni el Gobierno ni las iglesias quieren un referendo sobre las causales, aunque algunos lo propongan ahora.

Primero, en la República Dominicana no hay tradición de celebración de referendo y todavía no hay ni siquiera una ley que lo regule.

Segundo, los referendos tienden a polarizar aún más la sociedad porque la decisión se presenta en un esquema de suma cero: sí o no.  Además, para que la ciudadanía vaya a votar tiene que ser motivada con argumentos fuertes de ambos lados de la controversia. De lo contrario, la gente se abstiene y no se alcanza el porcentaje mínimo de participación para que un referendo tenga legalidad y legitimidad.

Tercero, en la situación de fragilidad política y económica que vive el país actualmente, es difícil que el Gobierno se embarque en una acción que polarice aún más la sociedad.

Cuarto, en un referendo sobre las causales, los partidos políticos tendrían que tomar posición en un sentido u otro; y si los partidos principales defienden mayoritariamente el mismo sector, no tendría sentido hacer un referendo; el Congreso legisla.

Quinto, en un referendo, la mayoría de las iglesias estarían impulsando con virulencia su rechazo a las causales, y, por tanto, se convertirían en blanco de ataque por su historial de eventos nefastos desde la Inquisición hasta la pederastia. Además, en las religiones no prima la democracia, prima el dogma con el cual siempre pretenden tener la verdad y ganar toda contienda.

Sexto, si se hiciera un referendo sobre las causales, el pueblo podría pedir referendo sobre otros temas, incluido el Concordato que data de la Era de Trujillo y otorga inmensos beneficios económicos a la Iglesia Católica. Utilizarlo para un tema abre la compuerta.

Séptimo, a pesar del inmenso poder que tienen las iglesias sobre sus feligreses, y de inmensa ayuda económica que reciben del Estado, los referendos a veces dan sorpresas porque más personas se enteran de la controversia que los ha generado. Por ejemplo, en 1988 el dictador Pinochet accedió a celebrar un referendo en Chile para extender su mandato y perdió.

Los dominicanos no han tenido el referendo como forma de decisión política y podría gustarle la idea de utilizarlo. Pero ojo: la realidad de un referendo es mucho más compleja que la apariencia, y la manipulación con frecuencia pesa más que la racionalidad y la justicia.

Al sugerir el referendo para definir el curso de las tres causales, el presidente Luis Abinader da una respuesta demagógica a la legítima demanda de vida, salud y dignidad para las mujeres, niñas y adolescentes que consagra la Constitución Dominicana

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