Constituye un hito en República Dominicana, el que una declarada ex prostituta que no tiene reparo en admitirlo, haya ganado una diputación al Congreso Nacional. ¡Albricias!, porque aunque parezca un contrasentido, lo interesante de ese triunfo congresual es que tal vez contrarreste lo nefando y perverso de otros prostituidos legisladores.
En su exposición sobre los que serían sus anteproyectos de ley como diputada, Jacqueline, la otrora prostituta, está presta -si es posible- a reivindicar a las que fueron sus compañeras de infortunio; y aparenta tener la suficiente reciedumbre para viabilizar otras trascendentes demandas.
La ahora diputada electa ejercía la prostitución como regularmente se la conoce, es decir, vendía su cuerpo públicamente. Recuérdese que otros, son prostitutos políticos; nada tienen que ver con la práctica sexual, pero, son más lesivos que esta competitiva y decente dama.
Además, lo entendemos así porque las acepciones en algunos términos, no siempre son regidos por una lengua oficial. Los hablantes, también con giros, tropos y demás, modificamos el idioma.
De ordinario, lo de prostituta únicamente suele aplicarse según lo concibe y difunde entre los incautos, la clase dominante, cuando se ejerce abiertamente con gente común y en zonas de tolerancia. Lo contrario a favores sexuales tras bambalinas y cortinajes de privilegiados escenarios, que a veces incluyen entramados mediáticos.
Demás está decir que la prostitución tiene varias modalidades. Hay otras y otros, que se prostituyen de otra forma; de variopintas maneras, en sectores y enclaves políticos que les dan notoriedad. Estamos infestados de políticos prostituidos que suelen “fornicar” hasta con el mismo satán, con tal de trepar. No importa que con ello se victimice al pueblo dominicano.
Ojalá y que el viejo oficio de Jacqueline Montero, esté libre de improntas-como en otros casos- que lesionen las políticas públicas y la institucionalidad a que anhelan el pueblo y electores que la favorecieron con el voto.
Hasta ahora tenemos la impresión de que la diputada al Congreso Nacional por el Partido Revolucionario Moderno (PRM), representando a la comunidad de Haina, es más pura y sana que los que sin ejercer la prostitución como la entiende el común del pueblo dominicano, han acentuado la inequidad y lacerado la democracia.
Ojalá y la dama que ha llegado limpiamente sin arneses de compañeros sentimentales, filiales, y otros amarres, trabaje por reivindicar a las que todavía están en el camino que ella penosamente atravesó y que, en su interés por proporcionar bienestar a las grandes masas, ¡por favor!, se aleje de otros prostituidos, enquistados en el mismísimo congreso y en nuestros activos politiqueros.
Las perversidades políticas de éstos últimos, hasta ahora, no tienen parangón. Sobre todo con respecto a ella, que ha obtenido un escaño sin ningún tipo de bien afincadas, pero ilegítimas catapultas; sin ostentación, limpiamente, y sin marrulla alguna.
jpm