De cara al próximo 16 de agosto –fecha de inicio oficial del nuevo cuatrienio gubernamental 2016-2020-, pero más que ello, de toda la tradición cultural-ideológica trujillista que encierra una fecha que pone en la picota pública, cual bola de cristal nacional –y cada año-, las especulaciones más inverosímiles relacionadas o inspiradas en descifrar –con supuestas “certezas y seguridades absolutas”, de respetados astrólogos- el seguro gabinete del Presidente Danilo Medina (en este caso), muy a pesar de que el mandatario, en el ejercicio del poder y antes, ha dado demostraciones -fehacientes e irrebatibles- de hermetismo de estado, a toda prueba.
Sin embargo, ni siquiera ese hermetismo demostrado ha hecho ceder siquiera un ápice a la referida cultura-tradición de adivinadores que, desde el 15 de mayo –y desde Trujillo y Balaguer-, no cejan en la fábrica de bolas y especulaciones, cual rosario de intereses políticos, personales y de grupos variopintos, que, de paso, dan vuelo a la imaginación colectiva.
No obstante –y él lo sabe- desterrar cultura, tradición y costumbre es casi imposible, y más en un país donde la esperanza es lo último que se pierde, aún sabiendo -¡todos!- que el poder no es un fortuito accidente y que está hecho-dotado –históricamente- de infinitas incógnitas y de unas que otras incongruencias no lógicas, al menos a simple vista.
De todos modos, vale la pena –y en proyección a agosto-16- recoger el rosario de bolas y especulaciones –de brujos, astrólogos y hechiceros- en el difícil e improbable ejercicio de descifrar al Presidente Danilo Medina.
Vale la aclaración, aunque no valga de nada, de que, y por tradición, todas las bolas y especulaciones al respecto, parten, en principio y casi siempre, de premisas o motivaciones falsas, ingenuas o de buena fe; pero otras, de fusilamiento público-sumario, o de improbable ejecución (si razonamos costo-beneficio), a saber: a) la que el posible beneficiario echa a correr para despistar; b) la que algún adversario –de alguna figura pública- hace sonar con la clara intención-saña de malograr una aspiración; c) la que se fabrica uno mismo –o vía tercero- para sonar y darse consuelo en vanidad pendeja o fingida confianza; y d) las más socorridas: la de poner a circular listas de posibles gabinetes con nombres de figuras públicas, a sabiendas de que si se incluye a los más influyentes, sonoros o cercanos –al Presidente y los poderes fácticos- siempre, y del uno al cien, habrá la certeza de acertar. Así, ¿quién no?
Es probable que, Rafael Leonidas Trujillo, Joaquín Balaguer, Juan Bosch, Antonio Guzmán, Jorge Blanco, Leonel Fernández e Hipólito Mejía, fueran descifrables en la medida en que la indiscreción, la filtración periodistica o el morbo público lo impuso, o tal vez, y en el caso concreto de Balaguer, que una distracción-cortina de humo –como un decreto o una retahíla de ellos- bien pudo servir para conjurar una agobiante presión social, unos conatos de rebeldía política o de exceso castrense, o simplemente, el interés político-estratégico, en un momento dado, de mover algunas piezas de un ajedrez complicado (el bonapartismo-cesarismo 1966-78); pero, y en el caso del Presidente Danilo Medina, ¿qué quedará de cierto o descifrable, de todas esas bolas y especulaciones que, desde el pasado mayo-15, van de boca en boca?
Yo no quiero entrar -¡Dios me libre!- al club de los especuladores, pero me aventuro a creer -como escribió Gayo Suetonio Tranquilo, en su clásico “Las vidas de los doce Césares”- que “…el que en la guerra aventura mucho para ganar poco, se parece al hombre que pescara con anzuelo de oro, de cuya pérdida no podría compensarle ninguna presa”.
jpm