SANTO DOMINGO. Más de 50 años atrapados. Bajo una circunstancia y un sistema que, si bien les aseguró muchas cosas, fue precisamente bajo el precio de quitarles otras; como la posibilidad extensa y ancha, como su malecón de aguas tranquilas, de una libertad para ir y venir.
O que entraran o salieran los turistas con la misma facilidad que hoy es posible. Pedro, el del taxi, me cuenta que “definitivamente” todo este cambio ha sido para bien. La economía se ha dinamizado y de eso no hay dudas porque además se está notando, aunque para que todo Cuba lo perciba quedan unos buenos años; ojalá y no fueran los mismos que se han perdido en el tiempo.
“Una de las cosas buenas de todo esto es que ha aumentado la cantidad de personas que ya pueden tener su propio negocito”, me dice Pedro, quien nos lleva hasta el hotel desde el aeropuerto en un vehículo antiguo de su propiedad. Es la primera vez que estoy en su país y él me asegura que Cuba no se parece a nada que haya visto antes.
“Mucha gente ha abierto salones de belleza y o lugares para arreglar las uñas, otros han puesto sitios de comida…”, recuerdo las palabras de mi amigo el taxista mientras ya camino por las calles de La Habana y compruebo que los “paladares” (comedores o restaurantes improvisados) están por doquier.
Entonces, desde ese momento en que en el 2010 aparecieron las reformas económicas y que se reanudaran en 2014 las relaciones entre la isla y Estados Unidos ¿qué les preocupa o gusta a los ciudadanos de su país?